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Mujeres, madres

Por: Licda. Marcela Fernández Jiménez

En este tiempo socio cultural en que competimos o luchamos en igualdad por puestos laborales con los hombres y por muchas otras “libertades” o derechos que nos igualen pese a nuestras indiscutibles diferencias (biológicas y psicológicas), la maternidad no es la opción más fácil ni la más comprendida, por el contrario, es vista en la actualidad como una complicación.

A principios de los años ochenta, por la unión de los movimientos pacifistas, ecologistas y feministas surge una corriente llamada ecofeminismo que resalta la maternidad como fuente de poder, de transformación y paz.

Maternidad: fuente de poder

La doctora en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y Titular de Filosofía Moral y Política en la Universidad de Valladolid, Alicia Puleo (2018), pensadora ecofeminista, explicó es necesario que los hombres asuman su parte en las tareas del cuidado, lo cual es de justicia para aliviar la carga de la doble jornada de las mujeres.

Pero, además, este cambio es beneficioso para transformar las identidades masculinas estereotipadas que exigen de los varones la represión de la empatía, fomentan la distancia emocional y las actitudes de dominación”… “Cuando se cuida, se comprende en qué medida la vida es frágil, sobre todo, en algunos momentos como la infancia, la enfermedad y la vejez”, argumentó Alicia Puleo.

Y esta visión de la Dra Alicia Puleo, es importantísima hoy en día en que la vida de una mujer-madre es un caos producto de la pandemia por la enfermedad del COVID-19. Tener a nuestros hijos en casa, el teletrabajo, la escuela o colegio, proyectos personales, las labores de la casa con una carga exponencial en aumento, durante gran parte de este 2020, sumándole a esto la carga emocional propia y de todos los miembros del núcleo familiar.

No podemos negar que el sustento emocional en las familias generalmente recae sobre la mujer. No es de imaginarse porque es la realidad de muchísimas mujeres la tensión que esto ha generado en los hogares, y que pone en evidencia y a prueba el importante rol del hombre en el hogar, asumido fuera de los limites tradicionales que hemos aceptado durante años.

“Ser mujer con propósito”

Es a partir de esta segunda ola del feminismo que las mujeres tenemos la posibilidad de pensar ¿no es el desear ser madre una forma de retomar este deseo como propio y no de otros? Para muchas mujeres el feminismo representa una posibilidad de reflexionar de manera crítica sobre sus opciones de vida, entre éstas, su práctica como madres.

Para Adrienne Rich (1976, citada en Salleti, 2008), la maternidad como experiencia es la relación potencial de cualquier mujer con los poderes de la reproducción y con los hijos. Mientras que la maternidad como institución tiene como objetivo asegurar que este potencial permanezca bajo el control patriarcal.

Que nos guste la maternidad, que nos guste tener una relación de pareja, que nos guste la familia, no es cosa de feminismo político, es algo mucho más trascendente, más profundo. Es la apertura y aceptación del deseo como  una posibilidad de transformación de las formas tradicionales de pensamiento sobre la mujer y el hombre.

Antes como mujeres luchábamos las unas por las otras, en sororidad y genuino interés, ahora luchamos por tener la razón y por los propios intereses; poder, individualismo, irresponsabilidad, intolerancia son el nuevo emblema del mal formado “Feminismo Moderno”.

Mi lucha es por lo que fue quedando rezagado en las luchas nobles, El Ser Mujer con Propósito.

Preguntemos a la madre, a la estudiante, a la atleta, a la emprendedora, a la empresaria ¿cuánto ha sacrificado? ¿cuánto le ha costado lo que tiene? ¿cuánto ha llorado? ¿cuántas veces ha querido tirar la toalla? ¿o se ha sentido sola? ¿cuántas veces se ha sentido satisfecha? ¿cómo ha celebrado sus triunfos? ¿cuánto ha dado? ¿o le han quitado? ¿cuánto ha recibido? ¿cuántas veces se ha sentido culpable por dejar a sus hijos al cuido de otros, para poder seguir estudiando, trabajando duro, o luchado por alcanzar una meta?

Los dolores de las madres

Todos los días escucho a mamás embarazadas: “estoy dejando de ser yo”, “no me gusto», «no me siento cómoda», «no me reconozco», «no sé qué me pasa”, “los achaques son muy molestos (algunos más de lo esperado)”. Otras historias de violencia y discriminación laboral, familiar y hasta de los sistemas de salud, y ni nos adentremos en duelo perinatal, que es todo un tema en sí mismo. Llevándonos a entender que gestar una vida es todo un proceso de transformación.

Luego viene el parto: dolor, incertidumbre, necesidad de otros, violencia obstétrica son solo parte de los temas que escucho a diario.

Y de inmediato el post parto, donde escuchamos experiencias de exclusión y temor laboral, las dificultades en y por la lactancia, la experiencia del dolor físico, cansancio, necesidad de otros, agotamiento, autocuidado limitado, dificultad para armonizar el proyecto de vida profesional y el ejercicio de las funciones de cuidado que implica la maternidad.

Esto posiblemente se extenderá durante todo el tiempo de crianza y educación de los hijos/as generando agotamiento físico y emocional, sumándole a esto los retos personales, en lo que tiene que ver con no reproducir formas tradicionales de relación con los hijos/as como el castigo y el golpe como práctica tradicional para ejercer autoridad.

La sociedad y muchas otras mujeres lamentablemente tendrán mucho que decirte si eres muy joven y tienes hijos, o si eres ya mayor y quedas embarazada, muchas veces no diferenciamos que el enemigo está entre nosotras mismas e incluso en nuestra cabeza.

Derribando mitos

No se puede negar el carácter doloroso que tiene confrontar el mito de la mujer-madre: la culpa, el miedo, la sobreexigencia, y muchas veces la incomprensión y la soledad son situaciones que tienen que afrontar muchas mujeres, ya que determinados significados sociales se sostienen hoy en día de manera privada y pública, consciente e inconscientemente.

El obstáculo real está en que las mujeres que son madres no puedan asumir esta función social sin tener que sacrificar total o parcialmente los tiempos y espacios para el desarrollo profesional y académico. Como también para su participación en espacios públicos y políticos y las múltiples sanciones sociales que pretenden impartir culpa y vergüenza, cuando las mujeres son señaladas como madres abandonadoras, irresponsables o malas madres, si no asumen la maternidad tradicional.

Yo veo en la maternidad la oportunidad de transformación social asumiendo la crianza con herramientas equitativas desde los hogares y con igualdad de oportunidades para todos los miembros. Es la capacidad de que una mujer diga “jamás pensé que no podía lograr algo solo por ser mujer”, “en mi casa me enseñaron que yo podía ejecutar las mismas labores que mis hermanos y así fue con todos y para todos”. Estos son los pensamientos reales de mujeres profesionales sumamente exitosas en estos ámbitos hoy en día.

“No dejar de ser mujer por ser mamá”

Las mujeres, desde la que ha sufrido más privaciones hasta la que tiene todo resuelto en su vida, se ven confrontadas entre su proyecto vital propio y el proyecto de su maternidad. Donde esta sociedad los vuelve antagónicos por el simple hecho de no contar con una infraestructura que te permita conciliar esos dos proyectos vitales en la vida de la mujer. Así que no es limitación nuestra, es una carencia social. Debemos de quitarnos esa carga nosotras, es un asunto socio-político el tener que decidir entre ser una exitosa madre o ser profesional exitosa.

Una estrategia  que considero que funciona es no olvidarse de su ser mujer. Quitarse la carga de la frase “eres mala madre si no piensas primero en ellos”. Realmente diría que no damos lo mejor de nosotras si no somos conscientes de nuestras necesidades físicas, emocional y sociales.

Me refiero a ser consciente de lo que necesito para sentirme bien conmigo misma, porque al final mis hija(o)s verán eso. No lo que yo les diga sino cómo me ven, cómo soy como mamá cada día con ellos y la única forma que tengo para proyectarme como mamá es proyectándome como mujer. Estas dos áreas no tienen que desconectarse la una de la otra, ni contraponerse. Es a partir de esa conexión que somos capaces de permitirnos ser incompletas e imperfectas en algunos momentos, porque entenderemos que cuidarnos y vernos bien está bien, pero no es igual a amarse, protegerse y valorarse que es al final lo que podríamos transmitir a nuestros hijos.

Es no dejar de ser por ser, somos mujer-madre ambas como parte de un nuevo ADN que se gestó junto a nuestros hijos y que nació al mismo tiempo con ellos. Ser Mujer-Madre me da el poder sobre mi construcción de mí misma, como persona, como mujer y como madre.

Mujer, Madre, Profesional, Emprendedora: Licda. Marcela Fernández Jiménez.

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